sábado, 26 de febrero de 2022

UNIDAD 2 ACTIVIDAD 2 - ¿Qué tanto le debo a la sociedad?

1ª Parte
Análisis crítico de imágenes: Vida sencilla.

¿Se puede decir que las personas representadas en estas obras de arte poseen niveles aceptables de bienestar?

 


El poeta pobre de Karl Spitzweg (1839)


 


Los comedores de patatas de Vincent van Gogh

 

DISCUSIÓN SOBRE LA DIVISIÓN DEL TRABAJO


Antecedentes:

La división del trabajo es necesaria para satisfacer necesidades humanas. Según esta visión, mientras mayor es esta división, más son los bienes que las personas pueden obtener y más las necesidades que pueden satisfacer, premisa fundamental de la filosofía política desde Platón y Aristóteles y que se desarrolla claramente en algunos textos de Adam Smith de su Riqueza de las naciones. El que la pintura represente una vida sencilla permite mostrar que la sociedad tiene, gracias a dicha división del trabajo, grandes beneficios para las personas, incluso cuando no se encuentran en una situación de privilegio.

 
ALGUNAS PREGUNTAS:

• ¿Hasta qué punto se debe extender la división del trabajo? ¿En qué momento puede convertirse en algo riesgoso para el desarrollo de las personas?
• ¿Cuándo podría la división del trabajo terminar en desmotivación, pérdida de sentido y, a la vez, improductividad?
• ¿En qué condiciones la división del trabajo podría terminar siendo una forma de control social?
• ¿Cuáles son las necesidades humanas cuya satisfacción debe garantizar toda sociedad y cuáles no debiera impedirse?
• ¿Cómo se organiza una sociedad para garantizar que se satisfaga dichas necesidades?
• ¿Cuál es el rol del Estado y de las leyes en el logro del bien común?
• ¿Puede la obtención del bienestar material y el logro de una vida pacíficamente organizada dentro de una sociedad, volverse un impedimento para la felicidad?


2ª Parte:  

LECTURA Y ANÁLISIS DE TEXTOS

Los textos se refieran a:

• Las posibles ventajas de la vida en sociedad: leyes que rigen la conducta, derechos humanos, paz garantizada, entre otras opciones.
• Las posibles desventajas: el peso de las normas sobre los impulsos, la dependencia tecnológica, la destrucción del medio ambiente, entre otras. El docente les pide que identifiquen la estructura argumentativa de cada texto:

• ¿Cuál es la tesis planteada? Explique su significado.
• ¿Qué argumentos sostienen la tesis?
• ¿Qué supuestos están implicados en la tesis y/o los argumentos planteados?

Luego de leer, se abre una discusión en torno al contenido de los textos en relación con las ventajas y desventajas de la sociedad, planteando las siguientes preguntas:
• ¿Qué nos da y qué nos quita la vida en sociedad?
• ¿Vale la pena vivir en sociedad?
• ¿Por qué la vida civilizada tendría que ser mejor que la vida salvaje?

REFLEXIÓN ESCRITA


A partir de las ideas discutidas en las etapas anteriores, escribir individualmente una reflexión que debe incluir: 


• Descripción lo más detallada posible de los elementos materiales que componen su vida.
• Descripción lo más detallada posible de circunstancias de su entorno sin las cuales no podrían hacer varias de las cosas que hacen en sus vidas. Por ejemplo: la tecnología y las redes sociales.
• Descripción de algunas cosas que quisieran hacer, pero no pueden por sus deberes, relaciones sociales o normas de conducta que deben respetar.

• Respuesta a las siguientes preguntas:
 

-     ¿En qué medida los elementos materiales que componen mi vida tienen como fuente principal el hecho de vivir en sociedad?
-    ¿En qué medida las circunstancias de mi entorno son producto de la vida en sociedad y cómo me permiten obtener los elementos materiales descritos? ¿Cómo contribuyen a ello el cumplimiento de mis deberes, mis relaciones sociales y las normas que me rigen?
-    ¿Qué desventajas para mi propia felicidad percibo en todo esto que me da la felicidad?

Entregar un informe:
Nota: La reflexión escrita no solo debe concentrarse en su propia vida, sino que puede incluir una comparación con la vida de una persona que haya vivido mucho tiempo antes que ellos.


TEXTOS DE APOYO SUGERIDOS PARA ESTA ACTIVIDAD

Texto 1

“La gran multiplicación de la producción de todos los diversos oficios, derivada de la división del trabajo, da lugar, en una sociedad bien gobernada, a esa riqueza universal que se extiende hasta las clases más bajas del pueblo. Cada trabajador cuenta con una gran cantidad del producto de su propio trabajo, por encima de lo que él mismo necesita; y como los demás trabajadores están exactamente en la misma situación, él puede intercambiar una abultada cantidad de sus bienes por una gran cantidad, o, lo que es lo mismo, por el precio de una gran cantidad de bienes de los demás. Los provee abundantemente de lo que necesitan y ellos le suministran con amplitud lo que necesita él, y una plenitud general se difunde a través de los diferentes estratos de la sociedad.
Si se observan las comodidades del más común de los artesanos o jornaleros en un país civilizado y próspero, se ve que el número de personas cuyo trabajo, aunque en una proporción muy pequeña, ha sido dedicado a procurarle esas comodidades supera todo cálculo. Por ejemplo, la chaqueta de lana que abriga al jornalero, por tosca y basta que sea, es el producto de la labor conjunta de una multitud de trabajadores. El pastor, el seleccionador de lana, el peinador o cardador, el tintorero, el desmotador, el hilandero, el tejedor, el batanero, el confeccionador y muchos otros deben unir sus diversos oficios para completar incluso un producto tan corriente. Y además, ¡cuántos mercaderes y transportistas se habrán ocupado de desplazar materiales desde algunos de estos trabajadores a otros, que con frecuencia viven en lugares muy apartados del país! Especialmente, ¡cuánto comercio y navegación, ¡cuántos armadores, marineros, fabricantes de velas y de jarcias, se habrán dedicado a conseguir los productos de droguería empleados por el tintorero, y que a menudo proceden de los rincones más remotos del mundo! Y también, ¡qué variedad de trabajo se necesita para producir las herramientas que utiliza el más modesto de esos operarios! Por no hablar de máquinas tan complicadas como el barco del navegante, el batán del batanero o incluso el telar del tejedor; consideremos sólo las clases de trabajo que requiere la construcción de una máquina tan sencilla como las tijeras con que el pastor esquila la lana de las ovejas. El minero, el fabricante del horno donde se funde el mineral, el leñador que corta la madera, el fogonero que cuida el crisol, el fabricante de ladrillos, el albañil, los trabajadores que se ocupan del horno, el fresador, el forjador, el herrero, todos deben agrupar sus oficios para producirlas. Si examinamos, análogamente, todas las distintas partes de su vestimenta o su mobiliario, la tosca camisa de lino que cubre su piel, los zapatos que protegen sus pies, la cama donde descansa y todos sus componentes, el hornillo donde prepara sus alimentos, el carbón que emplea a tal efecto, extraído de las entrañas de la tierra y llevado hasta él quizás tras un largo viaje por mar y por tierra, todos los demás utensilios de su cocina, la vajilla de su mesa, los cuchillos y tenedores, los platos de peltre o loza en los que corta y sirve sus alimentos, las diferentes manos empleadas en preparar su pan y su cerveza, la ventana de cristal que deja pasar el calor y la luz pero no el viento y la lluvia, con todo el conocimiento y el arte necesarios para preparar un invento tan hermoso y feliz, sin el cual estas regiones nórdicas de la tierra no habrían podido contar con habitaciones confortables, junto con las herramientas de todos los diversos trabajadores empleados en la producción de todas esas comodidades; si examinamos, repito, todas estas cosas y observamos qué variedad de trabajo está ocupada en torno a cada una de ellas, comprenderemos que, sin la ayuda y cooperación de muchos miles de personas, el individuo más insignificante de un país civilizado no podría disponer de las comodidades que tiene, comodidades que solemos suponer equivocadamente que son fáciles y sencillas de conseguir. Es verdad que, en comparación con el lujo extravagante de los ricos, su condición debe parecer sin duda sumamente sencilla; y sin embargo, también es cierto que las comodidades de un príncipe europeo no siempre superan tanto a las de un campesino laborioso y frugal, como las de éste superan a las de muchos reyes africanos que son los amos absolutos de las vidas y libertades de diez mil salvajes desnudos”. (Adam Smith, La riqueza de las naciones, Alianza, Madrid, 2016, trad. Carlos Rodríguez Braun, pp. 41-43).


Texto 2

“La causa final, propósito o designio que hace que los hombres –los cuales aman por naturaleza la libertad y el dominio sobre los demás– se impongan a sí mismos esas restricciones de las que vemos que están rodeados cuando viven en Estados, es el procurar su propia conservación y, consecuentemente, una vida más grata. Es decir, que lo que pretenden es salir de esa insufrible situación de guerra que, como se ha mostrado en el capítulo 13, es el necesario resultado de las pasiones naturales de los hombres cuando no hay un poder visible que los mantenga atemorizados y que, con la amenaza del castigo, los obligue a cumplir sus convenios y a observar las leyes de naturaleza que hemos descrito en los capítulos 14 y 15”. (Thomas Hobbes, Leviatán, Alianza, Madrid, 2009, trad. Carlos Mellizo, p. 153.)

Texto 3

“Al ser el cuerpo del hombre salvaje el único instrumento que conoce, lo emplea para diversos usos, para los que, por falta de ejercicio, los nuestros son incapaces, y es nuestra industria la que nos priva de la fuerza y la agilidad que la necesidad le obliga a él a adquirir. Si hubiera tenido un hacha, ¿rompería su muñeca tan fuertes ramas? Si hubiera tenida una honda, ¿lanzaría con la mano una piedra a tanta velocidad? Si hubiera tenido una escala, ¿treparía tan ligeramente a un árbol? Si hubiera tenido un caballo, ¿sería tan rápido en la carrera? Dejad al hombre civilizado el tiempo de reunir todas sus máquinas en torno suyo: no hay duda de que supera fácilmente al hombre salvaje; pero si queréis ver un combate todavía más desigual, ponedlos desnudos y desarmados uno frente a otro, y al punto reconoceréis cuál es la ventaja de tener constantemente todas las fuerzas a disposición propia, de estar siempre preparado para cualquier acontecimiento, y de llevarse siempre uno mismo, por así decir, todo entero consigo”. (Jean-Jacques Rousseau, Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, Alianza, Madrid, 1980, trad. Mauro Armiño, p. 211.)


Texto 4

 “Es hora de que nos dediquemos a la esencia de esta cultura, cuyo valor para la felicidad humana se ha puesto tan en duda. No hemos de pretender una fórmula que defina en pocos términos esta esencia, aun antes de haber aprendido algo más examinándola. Por consiguiente, nos conformaremos con repetir que el término ‘cultura’ designa la suma de las producciones e instituciones que distancian nuestra vida de la de nuestros antecesores animales y que sirven a dos fines: proteger al hombre contra la Naturaleza y regular las relaciones de los hombres entre sí”. (Sigmund Freud, El malestar en la cultura, Biblioteca Nueva, Madrid, 2016, trad. Luis López- Ballesteros, p. 83)

Texto 5

“Si la cultura impone tan pesados sacrificios, no solo a la sexualidad, sino también a las tendencias agresivas, comprenderemos mejor por qué al hombre le resulta tan difícil alcanzar en ella su felicidad. En efecto, el hombre primitivo estaba menos agobiado en este sentido, pues no conocía restricción alguna de sus instintos. En cambio, eran muy escasas sus perspectivas de poder gozar largo tiempo de tal felicidad. El hombre civilizado ha trocado una parte de posible felicidad por una parte de seguridad”. (Sigmund Freud, El malestar en la cultura, Biblioteca Nueva, Madrid, 2016, trad. Luis López-Ballesteros, p. 105)

Texto 6

“El resultado general al que llegué y que, una vez obtenido, sirvió de hilo conductor a mis estudios, puede resumirse así: en la producción social de su vida, los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una fase determinada de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica se transforma, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas transformaciones, hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de transformación por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, porque, mirando mejor, se encontrará siempre que estos objetivos sólo surgen cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. A grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas de progreso en la formación económica de la sociedad el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués. Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por lo tanto, la prehistoria de la sociedad humana”.
(Karl Marx, Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política, versión digital:
https://www.curriculumnacional.cl/link/https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/criteconpol.htm).

miércoles, 23 de febrero de 2022

2ª UNIDAD - ACTIVIDAD 1 - ¿Qué cosas haría si no fuera porque vivo en sociedad?

Unidad 2:

Esta Unidad está orientada para que los / las estudiantes adquieran herramientas conceptuales que les ayuden a participar activamente y con una actitud crítica en los debates orientados a definir una sociedad ideal  

Unidad 2: Actividad 1

1ª Parte: Qué cosas haría si no fuera porque vivo en sociedad?

Ojo con las actitudes que se requieren:

Pensar con apertura a distintas perspectivas y contextos, asumiendo riesgos y responsabilidades.
Pensar con flexibilidad para re-elaborar las propias ideas, puntos de vista y creencias.


Para entrar en el tema, responder por escrito a la pregunta:  

¿Qué está mal en mi sociedad y qué haría yo para cambiarla?

Ahora que han entregado sus opiniones llega el momento del diálogo. ¿Qué esperamos de la vida en sociedad?

¿Nos damos cuenta que aparecen "ideas"?
¿Por qué las distintas concepciones del ser humano afectan nuestra manera de entender la sociedad?
Dado que ellas no pueden considerarse íntegramente para construir una sociedad mejor, cabe preguntarse si la construcción de una mejor sociedad política nace de la “naturaleza” humana o de un acuerdo entre las personas.

Algunas preguntas, a modo de ejemplos:

• ¿Debe el Estado preocuparse de promover la ciencia y la tecnología?
• ¿Debe aplicar sanciones severas para que las personas tengan una conducta aceptable?
• ¿Hasta qué punto la felicidad de las personas forma parte de la finalidad de las leyes?


2ª Parte: Lectura y Análisis de Textos:
 

Esta parte de la actividad se divide en dos etapas:
a) La pregunta por la sociabilidad humana y sus límites.
b) La pregunta por el rol de la sociedad en cuanto a la felicidad de sus miembros.  

a) Las preguntas clave para orientar la lectura:

• ¿Cuál es la tesis planteada? Explique su significado.
• ¿Qué argumentos sostienen la tesis?
• ¿Qué supuestos están implicados en la tesis y/o los argumentos planteados?

b) Preguntas clave para orientar la lectura:
 
• ¿Qué bienes propios del ser humano debe garantizar toda sociedad?
• ¿Cuál es la mejor sociedad que puedo esperar que surja, considerando los límites de la sociabilidad humana?
• ¿Hasta qué punto debe garantizar que sus miembros sean buenas personas?


Una vez leídos los textos, detenerse a compartir nuestras observaciones y comparar los pensamientos que vayan surgiendo:

Estos son ejemplos de cómo se espera que las ideas del primer grupo de textos se relacionen con las del segundo:

1) Si se asume que el ser humano es esencialmente egoísta, habría que pensar en una manera apropiada de organizarnos, sabiendo que todos buscarán únicamente su propio beneficio.
2) Si se admite que el ser humano tiene necesidades internas para ser feliz –conocimiento, arte, virtud–, se puede plantear la pregunta de hasta qué punto una sociedad debe o puede garantizar la promoción de la satisfacción de dichas necesidades.

Los grupos responden por escrito y elaboran una tabla comparativa de las distintas posturas identificadas, mostrando en qué puntos son complementarias o contradictorias.
Ayudándose con las 2 tablas comparativas, los grupos contestan algunas de las preguntas del recuadro o similares. El objetivo es que relacionen las ideas de los textos de la primera parte con las de los textos de la segunda parte. Cada grupo responde ante el curso algunas preguntas como las que siguen:   

¿QUÉ PUEDO Y QUÉ NO PUEDO HACER PARA MEJORAR MI SOCIEDAD?


A continuación, cada grupo elabora por escrito una lista de bienes que quisiera ver en su sociedad y los compara con las ideas que surgieron en la segunda etapa; sobre esa base, deliberan y deciden cuáles de esos bienes que desean garantizados, se les puede exigir realmente a la sociedad.

Las siguientes preguntas pueden guiar la discusión:
• ¿Hasta qué punto es factible que la sociedad garantice tales bienes, considerando los límites de la sociabilidad humana?
• ¿Hasta qué punto es necesario y/o deseable?
• ¿Cuáles de estos bienes son irrenunciables?

Finalmente, cada grupo redacta un documento en que responden, con fundamentos,
lo siguiente:

• ¿Qué cosas quisiera cambiar de la sociedad?
• ¿Cuáles cosas de las que me gustaría cambiar creo que podrían cambiarse?
• ¿Cuáles no y por qué?


LOS TEXTOS DE APOYO PARA ESTA ACTIVIDAD


Texto 1

Tomás de Aquino (1224-1274, Italia)

Teólogo y filósofo. Es reconocido por ser uno de los principales representantes de la escolástica. Entre sus aportes, destaca la relación armónica que establece entre la filosofía y la teología y, en la misma línea, entre razón y fe. Según su pensamiento, mediante ambas se puede llegar al conocimiento de Dios (aunque en distinto grado) y de la realidad.

“Pero corresponde a la naturaleza del hombre ser un animal sociable y político que vive en sociedad, más aún que el resto de los animales, cosa que nos revela su misma necesidad natural. Pues la naturaleza preparó a los demás animales la comida, su vestido, su defensa, por ejemplo, los dientes, cuernos, garras o, al menos, velocidad para la fuga. El hombre, por el contrario, fue creado sin ninguno de estos recursos naturales, pero en su lugar se le dio la razón para que a través de ésta pudiera abastecerse con el esfuerzo de sus manos de todas esas cosas, aunque un solo hombre no se baste para conseguirlas todas. Porque un solo hombre por sí mismo no puede bastarse en su existencia. Luego el hombre tiene como natural el vivir en una sociedad de muchos miembros.
Además, a los otros animales la naturaleza les inculcó todo lo que les es beneficioso o nocivo, como la oveja ve naturalmente en el lobo a un enemigo. Incluso algunos animales conocen naturalmente algunas hierbas medicinales y otras necesarias para la vida. El hombre, por el contrario, únicamente en comunidad tiene un conocimiento natural de lo necesario para su vida de modo que, valiéndose de los principios naturales, a través de la razón llega al conocimiento de cada una de las cosas necesarias para la vida humana. No es, por tanto, posible que un solo hombre llegue a conocer todas estas cosas a través de su razón. Luego el hombre necesita vivir en sociedad, ayudarse uno a otro, de manera que cada uno investigue una cosa por medio de la razón, uno la medicina, uno esto, otro aquello.
Esto se ve con claridad meridiana en el hecho de que es propio del hombre el hablar, por medio de lo cual una persona puede comunicar totalmente a otra sus ideas. En cambio, los otros animales expresan mutuamente sus pasiones por gestos comunes, como el perro su idea por el ladrido y otros animales diversas pasiones de distintos modos. Luego, el hombre es más comunicativo para otro hombre que cualquier otro animal gregario que pueda verse, como la grulla, la hormiga y la abeja. Teniendo en cuenta esto, dijo Salomón: Mejor es vivir dos juntos que uno solo. Porque tienen la ventaja de la mutua compañía.” (Tomás de Aquino, La Monarquía, Tecnos, Madrid, 2007, trad. Laureano Robles, Ángel Chueca, p. 6)


Texto 2


“Hay, además, otro principio del que Hobbes no se ha percatado y que, dado al hombre para suavizar en ciertas circunstancias la ferocidad de su amor propio, o el deseo de conservarse antes del nacimiento de ese amor, templa el ardor que tiene por su bienestar mediante una repugnancia innata a ver sufrir a su semejante. No creo que haya que temer ninguna contradicción al conceder al hombre la única virtud natural que el detractor más extremado de las virtudes humanas se vio obligado a reconocerle. Hablo de la piedad, disposición conveniente a unos seres tan débiles y sometidos a tantos males como somos; virtud tanto más universal y tanto más útil al hombre cuanto que precede en él al uso de toda reflexión, y tan natural que las bestias mismas dan a veces signos distinsensibles de ella. Sin hablar de la ternura de las madres por sus hijos, y de los peligros que arrostran para protegerlos, todos los días observamos la repugnancia que los caballos tienen a pisotear un cuerpo vivo; un animal no pasa sin inquietud junto a un animal de su especie muerto; hay incluso algunos que les dan una especie de sepultura; y los tristes mugidos del ganado al entrar en un matadero anuncian la impresión que reciben del horrible espectáculo que los hiere. Con placer vemos al autor de la Fábula de las abejas, forzado a reconocer al hombre como un ser compasivo y sensible, salir, en el ejemplo que de ello nos da, de su estilo frío y sutil, para ofrecernos la patética imagen de un hombre encerrado que percibe fuera a una bestia feroz arrancando del regazo de su madre a un niño, destrozando bajo su dentadura asesina los débiles miembros y desgarrando con
sus uñas las entrañas palpitantes de ese niño. ¡Qué horrible agitación no experimente ese testigo de un suceso en el que ningún interés personal tiene! ¡Qué angustias no sufre ante esta visión por no poder llevar ningún socorro a la madre desvanecida ni al hijo moribundo!
Tal es el movimiento puro de la naturaleza, anterior a toda reflexión: tal la fuerza de la piedad natural,
que tanto les cuesta todavía destruir a las costumbres más depravadas, pues todos los días vemos en nuestros espectáculos enternecerse y llorar por las desgracias de un infortunado que, si estuviera en el puesto del tirano, agravaría más aún los tormentos de su enemigo, igual que el sanguinario Sila, tan sensible a los males que no había él causado, o que ese Alejandro de Feres que no se atrevía a asistir a la representación de ninguna tragedia por miedo a que le vieran gemir con Andrómaca y Príamo, mientras escuchaba sin emoción los gritos de tantos ciudadanos que degollaban todos los días por orden suya”. (Jean-Jacques Rousseau, Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, Alianza, Madrid, 1980, trad. Mauro Armiño, p. 235-236)


Texto 3


“De aquí nace la discusión a propósito de si es mejor ser amado que temido o viceversa. La respuesta
es que se debería ser lo uno y lo otro; pero, como es difícil reunir ambas cosas, resulta mucho más seguro ser temido que amado, cuando se tiene que prescindir de una de las dos. Porque de los hombres, en general, se puede decir esto: que son ingratos, volubles, simulan y disimulan, huyen del peligro y están ávidos de ganancias; y mientras les favoreces y no los necesitas son todo tuyos, te ofrecen la sangre, los bienes, la vida y los hijos, como ya dije antes; pero, cuando viene la necesidad, te dan la espalda”. (Maquiavelo, El príncipe, Biblioteca Nueva, Madrid, 2010, p. 124)

Texto 4


“Puesto que la felicidad es una actividad del alma según la virtud perfecta, hay que tratar de la virtud, pues acaso así consideraremos mejor lo referente a la felicidad. Y parece también que el que es de veras político se ocupa sobre todo de ella, pues quiere hacer a los ciudadanos buenos y obedientes a las leyes (como ejemplo de éstos tenemos a los legisladores cretenses y lacedemonios y los demás semejantes que puedan haber existido). Y si esta investigación pertenece a la política, es evidente que esta indagación estará de acuerdo con nuestro proyecto inicial. Acerca de la virtud, es evidente que hemos de investigar la humana, ya que también buscábamos el bien humano y la felicidad humana. Llamamos virtud humana no a la del cuerpo, sino a la del alma; y decimos que la felicidad es una actividad del alma. Y si esto es así, es evidente que el político debe conocer en cierto modo lo referente al alma, como el que cura los ojos también todo el cuerpo, y tanto más cuanto que la política es más estimable y mejor que la medicina; y los médicos distinguidos se ocupan mucho del conocimiento del cuerpo; también el político ha de considerar el alma, pero la ha de considerar en vista de estas cosas y en la medida suficiente para lo que buscamos, pues examinar esta cuestión con más detalle es acaso demasiado laborioso para nuestro propósito”. (Aristóteles, Ética a Nicómaco, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1959, trad. Julián Marías, pp. 16-17).


Texto 5

“Los imperativos de la sagacidad coincidirían enteramente con los de la habilidad y serían, como éstos, analíticos, si fuera igualmente fácil dar un concepto determinado de la felicidad. Pues aquí como allí, diríase: el que quiere el fin, quiere también (de conformidad con la razón, necesariamente) los únicos medios que están para ello en su poder. Pero es una desdicha que el concepto de la felicidad sea un concepto tan indeterminado que, aun cuando todo hombre desea alcanzarla, nunca puede decir por modo fijo y acorde consigo mismo lo que propiamente quiere y desea. Y la causa de ello es que todos los elementos que pertenecen al concepto de la felicidad son empíricos, es decir, tienen que derivarse de la experiencia, y que, sin embargo, para la idea de la felicidad se exige un todo absoluto, un máximum de bienestar en mi estado actual y en todo estado futuro. Ahora bien, es imposible que un ente, el más perspicaz posible y al mismo tiempo el más poderoso, si es finito, se haga un concepto determinado de lo que propiamente quiere en este punto. ¿Quiere riqueza? ¡Cuántos cuidados, cuánta envidia, cuántas asechanzas no podrá atraerse con ella! ¿Quiere conocimiento y saber? Pero quizá esto no haga sino darle una visión más aguda, que le mostrará más terribles aún los males que están ahora ocultos para él y que no puede evitar, o impondrá a sus deseos, que ya bastante le dan que hacer, nuevas y más ardientes necesidades. ¿Quiere una larga vida? ¿Quién le asegura que no ha de ser una larga miseria? ¿Quiere al menos tener salud? Pero, ¿no ha sucedido muchas veces que la flaqueza del cuerpo le ha evitado caer en excesos que hubiera cometido de tener una salud perfecta? Etc., etc. En suma: nadie es capaz de determinar, por un principio, con plena certeza, qué sea lo que le haría verdaderamente feliz, porque para tal determinación fuera indispensable tener omnisciencia”.
(Immanuel Kant, Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, trad. Manuel García Morente, pp. 32-33, edición digital libre de derechos de autor:
https://www.curriculumnacional.cl/link/https://pmrb.net/books/kantfund/fund_metaf_costumbres_vD.pdf  ).

Texto 6


“Los seres humanos deben ayudarse entre sí para distinguir lo mejor de lo peor, y animarse unos a otros para optar por lo primero y evitar lo segundo. Deberían aplicarse continuamente para fo¬mentar la práctica de sus cualidades más elevadas, para orientar lo mejor posible sus sentimientos y propósitos hacia la prudencia y no hacia la necedad, para elevar, en vez de rebajar, sus miras y objetivos. Pero ni una ni muchas personas tienen derecho a decir a un semejante, de edad madura, que no debe hacer con su vida lo que más le convenga, en aras de su propio beneficio. Puesto que él es el primer interesado en su propio bienestar: el interés que cualquier otra persona pueda tener en ello, salvo en aquellos casos en los que haya una estrecha relación personal, es insignificante comparado con el que él mismo tiene; el interés que la sociedad tenga en él como individuo (salvo en lo que se refiera a su conducta con respecto a los demás) siempre será parcial e indirecto; es decir, que en cuanto a sus propios sentimientos, y circunstancias, hasta el hombre o la mujer más corrientes disponen de medios de conocimiento a su alcance que superan con mucho a los de cualquier otra persona. La injerencia de la sociedad para imponer sus opiniones y objetivos en lo que solo a esa persona concierne, ha de asentarse en presunciones de carácter general, las cuales no solo pueden ser falsas, sino que, aun en el caso de ser verdaderas, entrañan el riesgo de ser aplicadas de forma equivocada en casos individuales, y por personas no más familiarizadas con las circunstancias de dichos casos que aquellas que las contemplan desde fuera. En consecuencia, es en este apartado de los asuntos humanos donde la individualidad tiene su propio campo de acción. En la conducta de los seres humanos con sus semejantes, es necesaria la observancia de normas generales en la mayoría de las ocasiones, con el fin de que cada uno sepa lo que puede esperar de ellos; pero en lo que toca a sus propias inquietudes, tiene el derecho a ejercer con toda libertad su espontaneidad como individuo. Pueden brindársele, y aun serle impuestas, por parte de los demás, consideraciones que lo ayuden en su juicio, o exhortaciones que lo reafirmen en su voluntad; pero solo él será el supremo juez. Todos los errores que pueda cometer por hacer caso omiso de tales consejos o advertencias valen mucho más que el daño que representa el hecho de aceptar que sean otros quienes le impongan lo que consideran bueno para él”. (John Stuart Mill, Sobre la libertad, Edaf, Madrid, 2016, trad. Agustín Izquierdo, pp. 172-173).



1ª UNIDAD - ACTIVIDAD 5 - Evaluación de la Unidad

Unidad 1: Actividad 5

Para evaluar la Unidad:

Propósito:
Se solicita interrogar filosóficamente dos columnas de opinión que aborden un tema político contingente para elaborar y defender una postura personal frente a temas políticos.

Síntesis de ideas vistas hasta el momento, la que puede variar según los contenidos y actividades tratadas hasta ahora.

Sugerencias prácticas:
En una primera parte, la actividad debería conducir como resultado a la construcción de un gran mapa conceptual que los jóvenes puedan utilizar para analizar las columnas de opinión.

Una estrategia para conducir esta actividad es desarrollar un diálogo que avance mediante preguntas, de las más sencillas a las más complejas, en lugar de hacer una reconstrucción cronológica de lo visto en cada clase. Algunas preguntas podrían ser:

• De los problemas políticos vistos en clases, ¿cuáles son los más importantes a su juicio? ¿Por qué?
• ¿Qué dice el sentido común sobre esos problemas políticos?
• ¿Cuáles de los conceptos vistos en clases están relacionados con ese/esos problemas políticos?
• ¿Cómo nos ayudan esos conceptos filosóficos a pensar tales problemas de manera distinta?
• ¿Qué autores han abordado esos temas y usado esos conceptos?
• ¿Qué perspectivas filosóficas han tratado esos problemas políticos?
• ¿Qué preguntas filosóficas se puede hacer a esos problemas?
• ¿Con qué métodos filosóficos podríamos reflexionar sobre ellos?
• ¿Cómo abordar filosóficamente un problema político? ¿Qué ganamos al hacerlo?


LECTURA Y APROXIMACIÓN FILOSÓFICA


Cada estudiante escoge dos columnas de opinión sobre un tema político de su interés, que hayan sido publicadas en las últimas semanas en algún medio de comunicación escrito. Deben:

• Leerlas atentamente.
• Relacionarlas con algún o algunos de los temas políticos estudiados en la unidad.
• Identificar conceptos filosóficos en los que se basa la argumentación.
• Formular preguntas que permitan hacer un análisis filosófico de las columnas. 

Algunas preguntas  como ejemplos:
 

    ¿En qué corriente filosófica se inscribiría esta columna de opinión?
    ¿Sobre qué conceptos filosóficos se sostiene la argumentación del autor?
    ¿Qué noción de política se puede deducir de la columna?
    ¿Qué efectos podría tener una opinión como esta en la vida de las personas?


Se sugiere que el docente ofrezca algunas columnas de opinión seleccionadas de diarios, revistas o blogs y que los estudiantes decidan cuáles analizarán.

Por lo tanto

El Mostrador
https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/

El Desconcierto
https://www.eldesconcierto.cl/opinion/

Columnas de Opinión en Radio Bío- Bío
https://www.biobiochile.cl/lista/tags/columna-de-opinion

Columnas de Opinión en CNN
https://www.cnnchile.com/opinion/

El Clarín
https://www.elclarin.cl/category/opinion/

Radio y Diario Universidad de Chile
https://radio.uchile.cl/opiniones/


ANÁLISIS CRÍTICO DE ARGUMENTOS POLÍTICOS

Luego de leer los textos y relacionarlos con alguno de los temas, conceptos o corrientes revisados en clases, efectúan un análisis crítico en el cual:

• Identifican las tesis defendidas en cada columna de opinión y sus argumentos.
• Señalan qué problema filosófico fundamental está en juego en ambos textos.
• Reconocen los presupuestos filosóficos implícitos que sostienen la argumentación de cada una.
• Explican estos presupuestos de acuerdo a lo estudiado en clases y muestran cómo influyen en la argumentación.
• Evalúan la calidad argumentativa de ambas columnas, indicando si los argumentos ofrecidos apoyan suficientemente las tesis.
• Defienden una postura personal, señalando cuál de los dos textos parece más convincente y argumentando por qué. Para ello, tienen que definir qué supuestos filosóficos prefieren e indicar por qué.


Finalmente, cada uno escribe su análisis y lo entrega al profesor para que lo evalúe. Este escrito debe explicar los pasos que han seguido a lo largo de la actividad, desde las razones para escoger las columnas, hasta su evaluación y su calidad argumentativa.
Para ello, responden las siguientes preguntas:

• ¿Por qué seleccionaste esas columnas de opinión?
• ¿Cuáles son las tesis de las columnas? ¿Cuáles son los argumentos? ¿Cómo los identificaste?
• ¿Cuál es el problema filosófico que está en juego en las columnas de opinión? ¿Está explícito o implícito en los textos?
• ¿Cuáles son los supuestos filosóficos de las columnas? ¿Cómo los identificaste? ¿A qué corriente de pensamiento responden?
• ¿Qué columna es más convincente? ¿Qué criterios te permiten tomar esa decisión?
• ¿Cuál es tu postura frente al problema discutido en las columnas?
• ¿Qué elementos de los estudiados en clases te sirvieron para desarrollar tu análisis? ¿Por qué?

Ejemplo con un artículo de columna de opinión 

ENLACE 

1ª UNIDAD - ACTIVIDAD 4 - ¿Por qué tengo estas ideas políticas?

Unidad 1: Actividad 4 ¿POR QUÉ TENGO ESTAS IDEAS POLÍTICAS?

Propósito: Aplicar los conocimientos y habilidades de razonamiento crítico adquiridos en las actividades anteriores, y evalúen el grado de racionalidad de sus propias ideas políticas, sirviéndose del método filosófico.

1ª Parte: Lectura, análisis y discusión de un texto.

Una noticia contingente o alguna polémica de las redes sociales donde se note las posibles consecuencias negativas de la mala disposición a argumentar o debatir ideas políticas. Puede mostrarles una columna reciente publicada por un sitio de noticias digital y la gran cantidad de insultos que la siguen; ejemplo concreto de una discusión que en la que no se logra acuerdo alguno, pues a los comentaristas les falta disposición para debatir y argumentar.
Leer individualmente un texto breve que critica la postura de quienes defienden dogmáticamente sus ideas políticas, sin ofrecer razones. Se sugiere un pasaje del Leviatán de Thomas Hobbes


Texto 1 - Hobbes – apelar al común acuerdo

“Y así como en aritmética los hombres con poca práctica, y hasta los mismos profesores, pueden equivocarse a menudo y llegar a resultados falsos, lo mismo sucede en cualquier otra materia de razonamiento. Y hasta los hombres mejor dotados, más atentos y con mayor experiencia pueden engañarse e inferir conclusiones falsas. La razón misma es siempre una recta razón, lo mismo que la aritmética es un arte cierto e infalible; pero no es la razón de un hombre, ni la razón de muchos, lo que hace esa certeza. Y un razonamiento no es correcto simplemente porque muchísimos hombres lo hayan aprobado unánimemente. Por lo tanto, igual que cuando hay una controversia de un asunto los participantes deben apelar de común acuerdo, y a fin de descubrir cuál es la recta razón, a la razón de un árbitro o juez a cuya sentencia habrán de someterse ambas partes si no quieren que la controversia se resuelva a mojicones o quede sin resolverse por falta de una recta razón naturalmente constituida, así también debe ser cualquier otro tipo de debate. Y cuando los hombres que se consideran a sí mismos más sabios que los demás claman y demandan que su propia razón sea el único juez, sin recurrir a nadie más, y convencidos de que las cosas no deben determinarse por la razón de otros hombres que no sean ellos mismos, su actitud resulta tan intolerable para la sociedad como la de quien, en un juego de cartas y una vez que se hubiese declarado el palo, usara como palo, en toda ocasión, aquel del que tuviese en la mano mayor número de naipes. Porque no están haciendo otra cosa que tomar sus propias pasiones, conforme éstas van influyéndolos de una manera o de otra, como si fueran la recta razón. Y en sus controversias revelan su carencia de esa razón, por el modo que la reclaman para sí”. (Thomas Hobbes, Leviatán, Alianza Editorial, Madrid, 2009, trad. Carlos Mellizo, p. 46).


Tras leer el texto, responder a:   

• ¿Cuál es el problema al que se refiere el texto?
• ¿Qué propone el autor para responder a ese problema?
• ¿Qué argumentos emplea para sustentar su propuesta?

Ahora, relacionar lo dicho por el autor con alguna situación conocida de la actualidad contingente, en la que consideren que posturas políticas demasiado rígidas impiden avanzar en la solución de problemas. 
 
• ¿De qué manera he observado en mi vida que una actitud rígida respecto de las propias creencias ha afectado negativamente a mi familia o amigos?
• ¿Cómo afecta negativamente en la vida política, una actitud rígida respecto de las propias creencias?
• ¿Cómo se manifiesta la mala disposición a debatir y argumentar en la política actual?
 
Luego les dice que sinteticen lo que hicieron y piensen en lo importante que es cuestionar las propias ideas. Para ello, les plantea preguntas como las siguientes:
 
 
• ¿Contribuyo o me alejo del común acuerdo?
• ¿Impongo ideas sin escuchar a otros?
• ¿Tiendo a adherir a la mayoría?
• ¿Me dejo convencer frente a buenos argumentos cuando no tengo cómo refutarlos?


Sobre  identificarse con la izquierda o la derecha: 


 
Ejemplo de intolerancia y reacciones:
 



2ª Parte: ¿QUIÉN TIENE LA RAZÓN?

Examinando opinones polémicas. ¿Qué argumentos y contexto tienen, de dónde vinieron?


• “(…) un señor prudente no puede ni debe mantener la palabra dada cuando eso se vuelva en su contra y hayan desaparecido los motivos que le llevaron a hacer la promesa”. (Maquiavelo, El príncipe).
• “(…) tendré que morir o sufrir cualquier castigo antes que cometer una injusticia”. (Platón, Critón).
• “El apetito de alimentos está limitado en cada persona por la estrecha capacidad del estómago humano, pero el afán de comodidades y adornos en la casa, el vestido, el mobiliario y el equipo no parece tener límites ni conocer fronteras”. (Adam Smith, Riqueza de las naciones).
• “Nada es suficiente para quien lo suficiente es poco”. (Epicuro, Sentencias vaticanas).


Extractado de la WEB - Las frases más polémicas:

*"Prefiero morir de pie, a vivir arrodillado" - (Ernesto Che Guevara)  
"Recuerden que el eslabón más alto que pude alcanzar la especie humana es ser revolucionario"
*"En la lucha entre uno y el mundo, hay que estar de parte del mundo" (Franz Kafka)
*"El que no está conmigo está en contra mía" (Jesucristo).

*"Si Dios no existiera, sería necesario inventarlo" (Voltaire)
*"Muchas veces el Bien está disfrazado de Mal, pero continúa siendo el Bien, y forma parte del plan que Dios creó para la humanidad" (Paulo Cohelo)
"Me gusta contemplar a los hombres geniales y escuchar a las mujeres hermosas" (Oscar Wilde)


Actividad

Anoten en sus cuadernos qué opinan de cada planteamiento. (elegir sólo tres)  
identificar el significado de cada frase y lo expresen con sus propias palabras.
Deben entregar por escrito el resultado de toda esta actividad; puede ser a mano o en computador.
No es necesario que la argumentación final para cada postura sea demasiado detallada; basta con que ofrezcan una razón pertinente y bien desarrollada.
 


EXAMEN A MIS CREENCIAS -

Reflexionar para identificar las propias creencias políticas y las anoten en un papel. No una visión demasiado general, sino respuestas a problemas políticos contingentes. Además, tienen que formularlas como una afirmación. Por ejemplo: “Creo que debiera aumentar el apoyo estatal a la actividad deportiva del país”.
Luego, hay que relacionar las creencias detectadas con  alguno de los temas estudiados en la unidad y fundamentar brevemente por qué creen que se vincula con ese tema.


En síntesis, a partir de lo anterior, deben

• Identificar los supuestos filosóficos implícitos en tales creencias y explicarlos. ¿Qué ideales sociales hay detrás de esas creencias? ¿Qué visión de sociedad tengo para adoptarlas?
• Buscar las razones por las que creen en ellas.
• Evaluar por qué que sostienen esas creencias y señalar si se basan en suficientes argumentos. Es importante que distingan entre lo que creen basados en razones auténticas y lo que admiten sin fundamentos. Pueden responder la siguiente pregunta: ¿Tengo razones bien fundadas para tener estas convicciones?

A continuación, se reúnen en grupos para intercambiar opiniones sobre lo que han hecho. Esto enriquecerá el proceso de autoevaluación de cada uno. Se sugiere que usen una rúbrica como esta:
 

Ejercicio de autoevaluación:
 
 




1ª UNIDAD - ACTIVIDAD 3 - La filosofía política en nuestras conversaciones cotidianas

 La filosofía política en nuestras conversaciones cotidianas.

Reconociendo las principales corrientes:

Propósito:
Reconocer algunas de las principales perspectivas de la filosofía política y apliquen los argumentos que derivan de ellas en debates contingentes

En la conversación de todos los días aparecen propuestas a favor o en contra de decisiones que afectan a un sector de la comunidad o a toda, en su conjunto.
Por ejemplo, cuando se discute sobre leyes para determinar o liberar impuestos. o bien sobre el alcance de la iniciativa económica privada y si entra o no en conflicto con el interés común. Y a propósito, algunos cuestionan la "idea" de un bien común, otros buscan su fundamento, etc.

Procederemos a leer textos filosóficos para después comentarlos con una guía de preguntas. Es bueno tener claras estas preguntas para ir buscando ciertas respuestas a partir de los textos:


• ¿Cuál es la tesis planteada? Expliquen su significado.
• ¿Qué argumentos sostienen la tesis?
• ¿Qué supuestos están implicados en la tesis y/o argumentos planteados?
• ¿Cómo se relacionan las ideas del texto con algunos problemas sociales o económicos actuales?

Importante exponer en voz alta sus reflexiones.  Luego, debatir sobre:
 
• ¿Cuáles son los bienes humanos que toda sociedad política debiera garantizar a las personas que la componen?
• Según los mismos argumentos del texto, ¿pueden concebir alguna postura distinta que resuelva los mismos problemas?

 

Texto 1
Adam Smith (1723 – 1790, Escocia)

Filósofo y economista escocés cuyo pensamiento sienta las bases del capitalismo moderno y sigue inspirando a defensores del libre mercado. Según el autor, la clave del bienestar social y la extensión de los mercados están en el crecimiento económico, que se potencia mediante la división del trabajo y la libre competencia.

“Con respecto al derroche, el principio que impulsa a gastar es la pasión por el placer presente, que aunque resulta a veces violenta y muy difícil de contener, es por lo general sólo momentánea y ocasional. Pero el principio que anima al ahorro es el deseo de mejorar nuestra condición, un deseo generalmente calmo y desapasionado que nos acompaña desde la cuna y no nos abandona hasta la tumba. En todo el intervalo que separa esos dos momentos, es probable que no haya un sólo instante en que las personas se encuentren tan perfecta y plenamente satis¬fechas con su situación que no abriguen deseo alguno de cambio o mejora de ninguna clase. El medio a través del cual la mayoría de la gente aspira a mejorar su condición es el aumento de su fortuna. Se trata de una fórmula vulgar y evidente; y la forma en que más verosímilmente pueden incrementar su fortuna es ahorrar y acumular una parte de lo que obtengan, sea de forma regular y anual, o sea en algunas ocasiones extraordinarias. Aunque el principio del gasto prevalece en casi todos los hombres alguna vez, y en algunos hombres siempre, en la mayoría de ellos, tomando el promedio de todo el transcurso de su vida, el principio de frugalidad no sólo parece prevalecer sino predominar de manera aplastante. En lo que hace a la mala administración, el número de empresas prudentes y triunfantes es en todas partes muy superior al de empresas imprudentes y malogradas. A pesar de todas nuestras quejas sobre la frecuencia de las quiebras, los infelices que padecen esta desgracia son una parte insignificante del total de quienes se dedican al comercio y otros negocios; acaso no representen más del uno por mil. La bancarrota acaso sea la calamidad más devastadora y humillante que pueda ocurrirle a una persona inocente. La mayor parte de la gente, en consecuencia, es lo suficientemente cuidadosa como para eludirla. Es verdad que algunos no lo logran, así como otros no escapan de la horca.
Las grandes naciones nunca se empobrecen por el despilfarro y la mala administración del sector privado, aunque a veces sí por el derroche y la mala gestión del sector público. Todo o casi todo el ingreso público en la mayoría de los países se dedica a mantener trabajadores improductivos. Así son los que componen una corte espléndida, un amplio cuerpo eclesiástico, grandes flotas y ejércitos que nada producen en tiempos de paz, y que en tiempos de guerra nada consiguen que pueda compensar el coste de mantenerlos, ni siquiera mientras dura la guerra. Como esa gente no produce nada, vive sólo del producto del trabajo de otras personas. Si se multiplican en un número innecesario, puede que en un año concreto consuman una cuota tan abultada de ese producto que no quede lo suficiente para mantener a los trabajadores productivos que deben reproducirlo el año siguiente. El producto del año siguiente, en tal caso, será inferior al del año anterior, y si el mismo desorden prosigue, el del tercer año será inferior al del segundo. Esos brazos improductivos, que deberían ser sostenidos sólo por una parte del excedente del ingreso del pueblo, pueden llegar a consumir una parte enorme del ingreso total, y obligar así a un número tan grande a liquidar sus capitales, a reducir los fondos destinados al mantenimiento del trabajo productivo, que toda la frugalidad y sobriedad de los individuos no sea capaz de compensar el despilfarro y degradación de la producción ocasionados por este forzado y violen¬to saqueo del capital.
Sin embargo, la experiencia demuestra que la frugalidad y la buena administración, en la mayoría de los casos, es suficiente para compensar no sólo la prodigalidad y el desbarajuste de los individuos, sino el derroche del Estado. El esfuerzo uniforme, constante e ininterrumpido de cada persona en mejorar su condición, el principio del que originalmente se derivan tanto la riqueza pública como la privada, es con frecuencia tan poderoso como para mantener el rumbo natural de las cosas hacia el progreso, a pesar tanto del despilfarro del gobierno como de los mayores errores de administración. Actúa igual que ese principio desconocido de la vida animal que frecuentemente restaura la salud y el vigor del organismo no sólo a pesar de la enfermedad, sino también de las absurdas recetas del médico.
El valor del producto anual de la tierra y el trabajo de cualquier nación sólo pueden aumentar si crece el número de sus trabajadores o la capacidad productivos de los trabajadores productivos que ya están empleados. Es evidente que el número de sus trabajadores productivos nunca puede ser incrementado considerablemente si no es como consecuencia de la expansión del capital, o de los fondos destinados a mantenerlos. La capacidad productiva del mismo número de trabajadores no puede aumentar sino como resultado de un añadido o mejora en las máquinas e instrumentos que facilitan y abrevian el trabajo, o de una mejor división y distribución del trabajo. En ambos casos se requiere casi siempre un capital mayor. Sólo con un capital adicional podrá un empresario cualquiera suministrar a sus trabajadores una maquinaria más adelantada u organizar mejor la distribución de la actividad entre ellos. Cuando la tarea a realizar consiste en una serie de partes, el mantener a todas las personas empleadas constantemente de una forma requiere un capital mucho mayor que cuando cada persona está ocasionalmente ocupada de cada una de las diversas partes de la tarea. Entonces, cuando comparamos la situación de un país en dos períodos diferentes y observamos que el producto anual de su tierra y su trabajo es manifiestamente mayor en el segundo que en el primero, que sus tierras están mejor cultiva¬das, sus industrias más numerosas y florecientes y su comercio más extendido, podemos estar seguros de que su capital debe haber aumentado en el intervalo de los dos períodos, y que se debe haber añadido al mismo más por la buena administración de algunos que lo que ha sido retirado, sea por el mal manejo de otros o por el despilfarro del gobierno. Comprobaremos que tal ha sido el caso en la mayoría de los países en todas las épocas razonablemente ordenadas y pacíficas, incluso en aquellos que no disfrutaron de los gobiernos más prudentes y parsimoniosos. Para formarnos un juicio correcto, deberemos comparar el estado de la nación en períodos algo distantes entre sí. El desarrollo es con frecuencia algo tan gradual que, en períodos próximos, el progreso no sólo es imperceptible, sino que puede ocurrir que la decadencia de ciertas ramas de la economía o de ciertas zonas del país, algo que puede ocurrir aunque el país en general atraviese una intensa prosperidad, despierte frecuentemente la sospecha de que todas las riquezas y las actividades están decayendo.

El producto anual de la tierra y el trabajo de Inglaterra, por ejemplo, es ciertamente mucho mayor de lo que era hace poco más de un siglo, cuando la restauración de Carlos II. Aunque creo que pocas personas pondrían esto en duda, fue raro que pasaran cinco años a lo largo de todo este período sin que se publicara un libro o folleto, escrito con la habilidad suficiente como para causar alguna impresión en el gobierno, con la pretensión de demostrar que la riqueza de la nación se estaba hundiendo a pasos agigantados, que el país estaba despoblado, la agricultura olvidada, la industria languidecía y el comercio se había estancado. No todas esas publicaciones fueron panfletos partidistas, desdichados productos de la falsedad y la venalidad. Muchos de ellos fueron escritos por personas muy sinceras y muy inteligentes, que sólo escribían lo que pensaban y por ninguna otra razón sino porque así lo pensaban.

El producto anual de la tierra y el trabajo e Inglaterra, asimismo, fue mayor cuando la restauración que lo que podemos suponer que era cien años antes, cuando subió al trono la reina Isabel. Tenemos también razones para estimar que en ese momento el país estaba mucho más desarrollado que un siglo antes, cuando las disensiones entre las casas de York y Lancaster tocaban a su fin. Incluso entonces estaba probablemente en mejores condiciones que cuando la conquista normanda, y mejor durante ésta que en el confuso período de la heptarquía sajona. Y hasta en ese momento tan remoto, el país se hallaba ciertamente más desarrollado que en tiempos de la invasión de Julio César, cuando sus habitantes estaban en una situación similar a la de los salvajes de América del Norte.

Sin embargo, en todos esos períodos hubo no sólo abundante derroche privado y público, varias guerras costosas e innecesarias, intensa desviación del producto anual de la manutención de brazos productivos hacia la de brazos improductivos, sino que en algunas ocasiones, en la confusión del conflicto civil, se produjo una liquidación y destrucción de capital de tal calibre que cualquiera supondría que no sólo retrasó la acumulación natural de riquezas, algo que ciertamente ocurrió, sino que dejó al país al final del período más pobre que al principio. En la etapa más feliz y afortunada de todas, la que ha transcurrido desde la restauración, ¿cuántas perturbaciones y desgracias han sobrevenido que, de haber sido previstas, habrían hecho esperar no simplemente el empobrecimiento sino la ruina total del país? El incendio y la peste de Londres, las dos guerras con Holanda, los desórdenes de la revolución, la guerra en Irlanda, las cuatro costosas guerras con Francia de 1688, 1702, 1742 y 1756, además de las dos insurrecciones de 1715 y 1745. Durante las cuatro guerras con Francia, la nación se endeudó en más de ciento cuarenta y cinco millones, además de todos los gastos anuales extraordinarios que ocasionaron, con lo que el total no puede ser estimado en menos de doscientos millones. Igualmente grande es la sección del producto anual de la tierra y el trabajo del país que ha sido, en distintos momentos desde la revolución, empleada en sostener un número extraordinario de trabajadores improductivos. Pero si esas guerras no hubiesen forzado a un capital tan grande en esa dirección, la mayoría del mismo habría sido naturalmente invertida en la manutención de brazos productivos, cuyo trabajo habría repuesto con un beneficio todo el valor de su consumo. El valor del producto anual de la tierra y el trabajo del país habría sido por ello incrementado notablemente en cada año, y el aumento de cada año habría aumentado todavía más el del año siguiente. Se habría construido más casas, roturado más tierras, y las que se hubiese roturado antes habrían sido mejor cultivadas, se habría establecido más industrias, y las ya instaladas habrían progresado más; y no es fácil conjeturar el nivel al que podrían haber llegado en la actualidad la riqueza y el ingreso reales del país. Aunque el derroche del gobierno indudablemente retrasó el desarrollo natural de Inglaterra hacia la riqueza y el progreso, no fue capaz de detenerlo. El producto anual de su tierra y su trabajo es evidentemente muy superior hoy que en la restauración o la revolución. Por lo tanto, el capital invertido anualmente en el cultivo de esa tierra y el mantenimiento de ese trabajo debe ser también muy superior. Frente a todas las exacciones del Estado, este capital ha sido silenciosa y paulatinamente acumulado por la frugalidad privada y el buen comportamiento de los individuos, por su esfuerzo universal, continuo e ininterrumpido en mejorar su propia condición. Este esfuerzo, protegido por la ley y que gracias a la libertad se ha ejercitado de la manera más provechosa, es lo que ha sostenido el desarrollo de Inglaterra hacia la riqueza y el progreso en casi todos los tiempos pasados, y es de esperar que lo siga haciendo en el futuro. Y así como Inglaterra nunca tuvo la suerte de contar con un gobierno parsimonioso, tampoco ha sido la frugalidad la virtud característica de sus habitantes. Resulta por ello una grandísima impertinencia y presunción de reyes y ministros el pretender vigilar la economía privada de los ciudadanos, y restringir sus gastos sea con leyes suntuarias o prohibiendo la importación de artículos extranjeros de lujo. Ellos son, siempre y sin ninguna excepción, los máximos dilapidadores de la sociedad. Que vigilen ellos sus gastos, y dejen confiadamente a los ciudadanos privados que cuiden de los suyos. Si su propio despilfarro no arruina al Estado, el de sus súbditos jamás lo hará.
Así como la frugalidad aumenta el capital público y el dispendio lo disminuye, la conducta de aquellos cuyo gasto coincide con su ingreso, al no acumularlo pero tampoco liquidarlo, ni lo aumenta ni lo disminuye. Sin embargo, algunas clases de gasto parecen contribuir más a la riqueza pública que otras”. (Adam Smith, La riqueza de las naciones, Alianza, 2016, pp. 438-444).


Texto 2

Karl Marx (1818 – 1883, Alemania)


“La burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción, y con él todo el régimen social. Lo contrario de cuantas clases sociales la precedieron, que tenían todas por condición primaria de vida la intangibilidad del régimen de producción vigente. La época de la burguesía se caracteriza y distingue de todas las demás por el constante y agitado desplazamiento de la producción, por la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociales, por una inquietud y una dinámica incesantes. Las relaciones inconmovibles y mohosas del pasado, con todo su séquito de ideas y creencias viejas y venerables, se derrumban, y las nuevas envejecen antes de echar raíces. Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado, y, al fin, el hombre se ve constreñido, por la fuerza de las cosas, a contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás.

La necesidad de encontrar mercados espolea a la burguesía de una punta a otra del planeta. Por todas partes anida, en todas partes construye, por doquier establece relaciones. La burguesía, al explotar el mercado mundial, da a la producción y al consumo de todos los países un sello cosmopolita. Entre los lamentos de los reaccionarios, destruye los cimientos nacionales de la industria. Las viejas industrias nacionales se vienen a tierra, arrolladas por otras nuevas, cuya instauración es problema vital para todas las naciones civilizadas; por industrias que ya no trans¬forman como antes las materias primas del país, sino las traídas de los climas más lejanos y cuyos productos encuentran salida no sólo dentro de las fronteras, sino en todas las partes del mundo. Brotan necesidades nuevas que ya no bastan a satisfacer, como en otro tiempo, los frutos del país, sino que reclaman para su satisfacción los productos de tierras remotas. Ya no reina aquel mercado local y nacional que se bastaba a sí mismo y donde no entraba nada de fuera; ahora, la red del comercio es universal y en ella entran, unidas por vínculos de interdependencia, todas las naciones. Y lo que acontece con la producción material, acontece también con la del espíritu. Los productos espirituales de las diferentes naciones vienen a formar un acervo común. Las li¬mitaciones y peculiaridades del carácter nacional van pasando a segundo plano, y las literaturas locales y nacionales confluyen todas en una literatura universal.

La burguesía, con el rápido perfeccionamiento de todos los medios de producción, con las fa¬cilidades increíbles de su red de comunicaciones, lleva la civilización hasta a las naciones más salvajes. El bajo precio de sus mercancías es la artillería pesada con la que derrumba todas las murallas de la China, con la que obliga a capitular a las tribus bárbaras más ariscas en su odio contra el extranjero. Obliga a todas las naciones a abrazar el régimen de producción de la bur¬guesía o perecer; las obliga a implantar en su propio seno la llamada civilización, es decir, a hacerse burguesas. Crea un mundo hecho a su imagen y semejanza.

La burguesía somete el campo al imperio de la ciudad. Crea ciudades enormes, intensifica la población urbana en una fuerte proporción respecto de la campesina y arranca a una parte con¬siderable de la gente del campo al cretinismo de la vida rural. Y del mismo modo que somete el campo a la ciudad, somete los pueblos bárbaros y semi-bárbaros a las naciones civilizadas, los pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente.

La burguesía va aglutinando cada vez más los medios de producción, la propiedad y los habitan¬tes del país. Aglomera la población, centraliza los medios de producción y concentra en manos de unos cuantos la propiedad. Este proceso tenía que conducir, por fuerza lógica, a un régimen de centralización política. Territorios antes independientes, apenas aliados, con intereses dis¬tintos, distintas leyes, gobiernos autónomos y líneas aduaneras propias, se asocian y refunden en una nación única, bajo un Gobierno, una ley, un interés nacional de clase y una sola línea aduanera.

En el siglo corto que lleva de existencia como clase soberana, la burguesía ha creado energías productivas mucho más grandiosas y colosales que todas las pasadas generaciones juntas. Basta pensar en el sometimiento de las fuerzas naturales por la mano del hombre, en la maquinaria, en la aplicación de la química a la industria y la agricultura, en la navegación de vapor, en los fe¬rrocarriles, en el telégrafo eléctrico, en la roturación de continentes enteros, en los ríos abiertos a la navegación, en los nuevos pueblos que brotaron de la tierra como por ensalmo... ¿Quién, en los pasados siglos, pudo sospechar siquiera que, en el regazo de la sociedad fecundada por el trabajo del hombre, yaciesen soterradas tantas y tales energías y elementos de producción?

Hemos visto que los medios de producción y de transporte sobre los cuales se desarrolló la bur¬guesía brotaron en el seno de la sociedad feudal. Cuando estos medios de transporte y de pro¬ducción alcanzaron una determinada fase en su desarrollo, resultó que las condiciones en que la sociedad feudal producía y comerciaba, la organización feudal de la agricultura y la manufactu¬ra, en una palabra, el régimen feudal de la propiedad, no correspondían ya al estado progresivo de las fuerzas productivas. Obstruían la producción en vez de fomentarla. Se habían convertido en otras tantas trabas para su desenvolvimiento. Era menester hacerlas saltar, y saltaron.

Vino a ocupar su puesto la libre concurrencia, con la constitución política y social a ella adecua¬da, en la que se revelaba ya la hegemonía económica y política de la clase burguesa. Pues bien: ante nuestros ojos se desarrolla hoy un espectáculo semejante. Las condiciones de producción y de cambio de la burguesía, el régimen burgués de la propiedad, la moderna socie¬dad burguesa, que ha sabido hacer brotar como por encanto tan fabulosos medios de produc¬ción y de transporte, recuerda al brujo impotente para dominar los espíritus subterráneos que conjuró. Desde hace varias décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de las modernas fuerzas productivas que se rebelan contra el régimen vigente de producción, contra el régimen de la propiedad, donde residen las condiciones de vida y de predo¬minio político de la burguesía. Basta mencionar las crisis comerciales, cuya periódica reiteración supone un peligro cada vez mayor para la existencia de la sociedad burguesa toda. Las crisis co¬merciales, además de destruir una gran parte de los productos elaborados, aniquilan una parte considerable de las fuerzas productivas existentes. En esas crisis se desata una epidemia social que a cualquiera de las épocas anteriores hubiera parecido absurda e inconcebible: la epidemia de la superproducción. La sociedad se ve retrotraída repentinamente a un estado de barbarie momentánea; se diría que una plaga de hambre o una gran guerra aniquiladora la han dejado esquilmado, sin recursos para subsistir; la industria, el comercio están a punto de perecer. ¿Y todo por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados recursos, dema¬siada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no sirven ya para fomentar el régimen burgués de la propiedad; son ya demasiado poderosas para servir a este régimen, que embaraza su desarrollo. Y tan pronto como logran vencer este obstáculo, siem¬bran el desorden en la sociedad burguesa, amenazan dar al traste con el régimen burgués de la propiedad. Las condiciones sociales burguesas resultan ya demasiado angostas para abarcar la riqueza por ellas engendrada. ¿Cómo se sobrepone a las crisis la burguesía? De dos maneras: destruyendo violentamente una gran masa de fuerzas productivas y conquistándose nuevos mercados, a la par que procurando explotar más concienzudamente los mercados antiguos. Es decir, que remedia unas crisis preparando otras más extensas e imponentes y mutilando los medios de que dispone para precaverlas.
Las armas con que la burguesía derribó al feudalismo se vuelven ahora contra ella.
Y la burguesía no sólo forja las armas que han de darle la muerte, sino que, además, pone en pie a los hombres llamados a manejarlas: estos hombres son los obreros, los proletarios.
En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, se desarrolla tam¬bién el proletariado, esa clase obrera moderna que sólo puede vivir encontrando trabajo y que sólo encuentra trabajo en la medida en que éste alimenta a incremento el capital. El obrero, obligado a venderse a trozos, es una mercancía como otra cualquiera, sujeta, por tanto, a todos los cambios y modalidades de la concurrencia, a todas las fluctuaciones del mercado.

La extensión de la maquinaria y la división del trabajo quitan a éste, en el régimen proletario actual, todo carácter autónomo, toda libre iniciativa y todo encanto para el obrero. El trabajador se convierte en un simple resorte de la máquina, del que sólo se exige una operación mecánica, monótona, de fácil aprendizaje. Por eso, los gastos que supone un obrero se reducen, sobre poco más o menos, al mínimo de lo que necesita para vivir y para perpetuar su raza. Y ya se sabe que el precio de una mercancía, y como una de tantas, el trabajo equivale a su coste de producción. Cuanto más repelente es el trabajo, tanto más disminuye el salario pagado al obrero. Más aún: cuanto más aumentan la maquinaria y la división del trabajo, tanto más aumenta también éste, bien porque se alargue la jornada, bien porque se intensifique el rendimiento exigido, se acelere la marcha de las máquinas, etc.”. (Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto del partido comunista, Fundación de Investigaciones Marxistas, Madrid, 2013, trad. Wenceslao Roces, pp. 54-59).

¿QUÉ CARACTERÍSTICAS POSEE UN DIÁLOGO QUE APLICA IDEAS FILOSÓFICAS?

Lectura de un texto que contenga un diálogo filosófico; que incluya ideas que se puedan vincular con las principales corrientes de la filosofía política. Se sugiere algún extracto de las obras de Platón. En ellas, el pensador plantea varias de las preguntas que, en la historia de Occidente, originaron las distintas perspectivas políticas actuales, ya sea para defenderlas, refutarlas o adaptarlas. En la República hay un buen ejemplo de discusión en la que se van forjando las respuestas a un problema gracias a un diálogo lleno de argumentos, objeciones, malentendidos y redefiniciones
Capítulos 12 al 15 del Libro 1.

 

XII

 Al decir yo eso, Glaucón y los otros le pidieron que no rehusase; ya era evidente que Trasímaco estaba deseando hablar para quedar bien, , creyendo que poseía una contestación insuperable, pero fingía disputar porque yo fuera el que contestara. Al fin cedió y seguidamente:
- Ésta es - dijo- la ciencia de Sócrates: no querer enseñar por su parte, sino andar de acá para allá, aprendiendo de los demás sin dar ni siquiera las gracias.
- En lo de aprender de los demás -repuse yo- dices verdad, ¡oh, Trasímaco!; en lo de que no pago con mi agradecimiento; yerras, pues pago con lo que puedo, y no puedo más que con alabanzas, porque dinero no tengo, y de qué buen talante lo hago porque me parece que alguien habla rectamente lo vas a saber muy al punto, en cuanto des tu respuesta, porque pienso que vas a hablar bien.
- Escucha, pues, dijo-: sostengo que lo justo no es otra cosa que lo que conviene al más fuerte. ¿Por qué no lo celebras? No querás, de seguro.
- Lo haré -repliqué yo- cuando llegue a saber lo que dices; ahora no lo sé todavía. Dices que lo justo es lo que conviene al más fuerte. ¿Y cómo lo entiendes, Trasímaco? Porque, no quieres decir que si Polidamante, el campeón del Pancracio es más fuerte que nosotros y le conviene para el cuerpo la carne de vaca, este alimento que le conviene es también adecuado, y justo para nosotros, que somos inferiores a él.
- Desenfadado eres, Sócrates - dijo-, y tomas mi aserto por donde más fácil puedas estropearlo.
- De ningún modo, mi buen amigo, repuse yo-, pero di más claramente lo que quieras expresar.
-¿No sabes- preguntó- que de las ciudades las unas se rigen por tiranía, las otras por democracia, las otras por aristocracia?
-¿Cómo no?
-¿Y el gobierno de cada ciudad no es el que tiene la fuerza en ella?
-Exacto.
-Y así. cada gobierno establece las leyes según su conveniencia: la democracia, leyes democráticas; la tiranía, tiránicas, y del mismo modo las demás. Al establecerlas mandan que es justo para los gobernados lo que a ellos conviene, y al que se sale de esto lo castigan como violador de las leyes y de la justicia. Tal es, mi buen amigo, lo que digo que en todas las ciudades es idénticamente justo: lo conveniente para el gobierno constituido. Y éste es, según creo; el que tiene el poder; de modo que, para todo hombre que discurre bien, lo justo es lo mismo en todas partes: la conveniencia del más fuerte.
-Ahora -dije yo- comprendo lo que dices; si es verdad o no, voy a tratar de verlo. Has contestado, Trasímaco, que lo justo es lo conveniente; y no obstante a mi me habías prohibido que contestara eso. Cierto que agregas: "para el más fuerte".
-¡Dirás acaso que es pequeña añadidura!-exclamó.
-No está claro todavía si pequeña o grande; pero si que hay que examinar si eso que dices es verdad. Yo también reconozco que lo justo es algo conveniente; tú por tu parte, añades y afirmas que lo conveniente es para el más fuerte. Pues bien, eso es lo que yo ignoro, y, en efecto, habrá que examinarlo.
-Examínalo, dijo.

XIII


-Así se hará-repliqué-, y dime, ¿no afirmas también que es justo obedecer a los gobernantes?
-Lo afirmo.
-¿Y son infalibles los gobernantes en cada ciudad o están sujetos a error?
-Enteramente sujetos a error-dijo.
-¿Y así, al aplicarse a poner leyes, unas las hacen bien y otras mal?
-Eso creo.
-Y el hacerlas bien es hacérselas convenientes para ellos mismos, y el hacerlas mal, inconvenientes? ¿y cómo lo entiendes?
-Así como dices.
-¿Y lo que establecen ha de ser hecho por los gobernados y eso es lo justo?
-¿Cómo no?
-Por tanto, según tu aserto no es solo justo el hacer lo conveniente para el más fuerte, sino también lo contrario: lo inconveniente.
-Qué estás diciendo?-preguntó él.
-Lo mismo que tú, según creo. Examinémoslo mejor: ¿no hemos convenido en que los gobernantes, al ordenar algunas cosas a los gobernados se aportan por error de lo que es mejor para ellos mismos, y en que lo que mandan  los gobernantes es justo que lo hagan los gobernados? ¿No quedamos de acuerdo en ello?
-Así lo pienso, dijo.
Piensa, pues, también -dije yo- que has reconocido que es justo hacer cosas inconvenientes para los gobernantes y dueños de la fuerza cuando los gobernantes, involuntariamente, ordenan lo que es perjudicial para ellos mismos, pues dijiste que era justo hacer lo que éstos hayan ordenado. ¿Acaso entonces, discretísimo Trasímaco, no viene por necesidad a ser justo hacer lo contrario de lo que tú dices? Porque sin duda alguna se ordena a los inferiores hacer lo inconveniente para el más fuerte.
-Sí, por Zeus-dijo Polemarco- Eso está clarísimo, ¡oh Sócrates!
-Sin duda-interrumpió Clitofonte, porque tú se lo atestiguas.
-Y qué necesidad-replicó Polemarco -tiene de testigo? El mismo Trasímaco confiesa que los gobernantes ordenan a veces cosas perjudiciales para ellos mismos y que es justo que los otros las hagan.
-El hacer ordenado por los gobernantes, ¡oh, Polemarco!, eso fue lo que estableció Trasímaco como justo.
-Pero también, ¡oh, Clitofonte!, puso como justo lo conveniente para el más fuerte. Y estableciendo ambas cosas, confesó que los más fuertes ordenan a veces lo inconveniente para ellos mismos, con el fin de que lo hagan los inferiores y los gobernados, y según estas confesiones, igual de justo sería lo conveniente para el más fuerte que lo inconveniente.
-Pero por lo conveniente para el más fuerte -dijo Clitofonte- quiso decir lo que el más fuerte entendiese que le convenía y que esto había de ser hecho por el inferior: en eso puso la justicia.
-Pues no fue así como se dijo -afirmó Polemarco.
-Es igual-dije yo. ¡oh, Polemarco! Si ahora Trasímaco lo dice así, así se lo aceptaremos.

XIV

 - Dime, pues, Trasímaco; ¿era eso lo que querías designar como justo: lo que pareciera ser más conveniente para el más fuerte, ya lo fuera, ya no? ¿Hemos de sentar que esas eran tus palabras?
-De ningún modo -dijo. ¿Piensas, acaso, que yo llamo al más fuerte al que yerra cuando yerra?
- Yo, por lo menos -dije-, pensaba que era eso lo que decías al confesar que los gobernantes no eran infalibles, sino que también tenían sus errores.
-Tramposo eres, ¡oh, Sócrates!, en la argumentación - contestó-: ¿es que tú llamas, sin más, médico al que yerra en relación con los enfermos precisamente en cuanto yerra? ? ¿O calculador al que se equivoca en el cálculo en la misma ocasión en que se equivoca y en cuanto a su misma equivocación? Es cierto que solemos decir, creo yo, que el médico erró o que el calculador se equivocó o el gramático; pero cada uno de ellos no yerra en modo alguno, según yo opino, en cuanto es aquello con cuyo título lo designamos. de modo que, hablando con rigor, puesto que tú también precisas las palabras, ninguno de los profesionales yerra: el que yerra, yerra porque le falla su ciencia, en lo cual no es profesional; de suerte que ningún profesional ni gobernante ni sabio yerra al tiempo que es tal, aunque se diga siempre que el médico o el gobernante erró. Piensa pues, que ésa es también mi respuesta ahora, y lo que hay con toda precisión es esto: que el gobernante, en cuanto gobernante, no yerra, y no errando establece lo mejor para sí mismo; y esto ha de ser hecho por el gobernado. Y así, como dije al principio, tengo por justo el hacer lo conveniente para el más fuerte.

XV  

 -Bien, Trasímaco -dije-: ¿crees que hay trampa en mis palabras?
-Lo creo enteramente -contestó. - ¿Piensas, pues, que al preguntarte como te preguntaba, lo hacía insidiosamente, para perjudicarte en la discusión?
-De cierto lo sé -dijo-, y no conseguirás nada, porque ni habrá de escapárseme tu mala intención ni, puesta al descubierto, podrás hacerme fuerza en el debate.
-Ni habría de intentarlo, bendito Trasímaco -repliqué yo-, pero para que no nos suceda otra vez lo mismo determina si, cuando hablas del gobernante y del más fuerte, lo haces conforme al decir común o en el rigor de la palabra, según tu propia expresión de hace un momento; me refiero a aquel cuya conveniencia, por ser el más fuerte, es justo que realice el más débil.
-Al que es gobernante en el mayor rigor de la palabra -dijo-. Ensáñate y maquina contra esto, si es que puedes, no te pido indulgencia; pero aseguro que no has de poder hacerlo.
-¿Acaso piensas -dije- que he de estar tan loco como para tratar de esquilar al león y engañar a Trasímaco?
-Por lo menos -contestó- acabas de intentarlo, aunque mostrándote incapaz en ello como en todo.
-Basta -dije yo- de tales cosas, pero dime: el médico, en el rigor de la palabra, del que hablabas antes, ¿es por ventura negociante, o bien curador de los enfermos? Entiende el que es médico en realidad.
-Curador de los enfermos -replicó.
-¿Y qué diremos del piloto? ¿El verdadero piloto es jefe de los marinos o marino?
-Jefe de los marinos.
-En nada pues, se ha de tener en cuenta, creo yo, que navega en el bajel, ni por ello se le ha de llamar marino; pues no por navegar recibe el nombre de piloto, sino por su arte y el mando de los marinos.
-Verdad es, dijo.
-¿Y no tiene cada uno de éstos su propia conveniencia?
-Sin duda.
-¿Y no existe el arte -dije yo- precisamente para esto, para buscar y procurar a cada uno lo conveniente?
-Para eso -replicó.
-Y acaso para cada una de las artes hay otra conveniencia que la de ser lo más perfecta posible?
-¿Qué quieres preguntar con ello?
-Pongo por caso -dije-: si le basta al cuerpo ser cuerpo o necesita de algo más, te contestaría que "sin duda necesita; y por ello se ha inventado y existe el arte de la medicina, porque el cuerpo es imperfecto y no le basta ser lo que es. Y para procurarle lo conveniente se ha dispuesto el arte. ¿Te parece que hablo rectamente al hablar así -pregunté- o no?
-Rectamente -dijo.
-¿Y qué más? ¿La medicina misma es imperfecta o, en general, cualquier otra arte necesita en su caso de alguna virtud, como los ojos de la vista o las orejas del oído, a los que por esto hace falta un arte que examine y procure lo conveniente para ellos? ¿Acaso también en el arte misma hay algún modo de imperfección y para cada arte se precisa otra parte que examine lo conveniente para ella y otra a su vez para lo que examina y así hasta el infinito? ¿O es ella misma quien examina su propia conveniencia? ¿O quizá no necesita ni de sí misma ni de otra para examinar lo conveniente a su propia imperfección y es la razón de ello que no hay defecto ni error en arte alguna, ni le atañe a ésta buscar lo conveniente para nada que no sea su propio objeto, sino que ella misma es incontaminada y pura en cuanto es recta, esto es, mientras cada una es precisa y enteramente lo que es? Examínalo con el convenido rigor de palabra: ¿es esto o no?
-Tal parece -contestó.
-La medicina, pues, no busca lo conveniente para sí misma sino para el cuerpo -dije.
-Así es -dijo.
-Ni la equitación lo conveniente para la equitación, sino lo conveniente para los caballos; ni ninguna otra arte lo conveniente para sí misma, pues de nada necesita, sino para el ser a que se aplica.
-Eso parece -dijo.
-Y las artes, ¡oh, Trasímaco!, gobiernan y dominan aquello que constituye su objeto.
Aunque a duras penas convino también en esto.
-Por tanto, no hay disciplina alguna que examine y ordene la conveniencia del más fuerte, sino la de ser inferior y gobernado por ella.
    Reconociólo al fin también, aunque dispuesto a discutir sobre ello; y una vez que lo reconoció, dije:
-Según eso, ¿no es lo cierto que ningún médico en cuanto médico examina ni ordena lo conveniente para el médico mismo, sino sólo conveniente para el enfermo? Ahora bien, convinimos en que el verdadero médico gobierna los cuerpos y no es un negociante. ¿O no convinimos? Confesólo así.
-¿Y en que el verdadero piloto es jefe de los marinos y no marino el mismo?
    Quedó confesado.
-Ahora bien, el tal piloto y jefe no examina ni ordena lo conveniente para el piloto, sino lo conveniente para el marino y gobernado.
-Reconociólo, aunque de mala gana,
-Y así, Trasímaco -dije yo-, nadie que tiene gobierno, en cuanto es gobernante, examina ni ordena lo conveniente para sí mismo, sino lo conveniente para el gobernado y sujeto a su arte, y dice cuanto dice y hace todo cuanto hace mirando a éste y a su conveniencia y ventaja.  
 

Para trabajar este extracto:

• ¿Cuál es la pregunta central que pretende responder el texto?
• ¿Cómo se vincula con las preguntas que buscan responder los textos vistos en las etapas 1 y 2?
• ¿Cuál es la tesis y los argumentos que emplea?
• ¿De qué manera las preguntas de los interlocutores obligan al personaje principal a definir los términos que emplea?
• ¿Cómo obligan las objeciones o preguntas de los interlocutores a que el personaje principal reformule su tesis o sus argumentos?
• ¿De qué modo las objeciones de los interlocutores exigen que el personaje dé argumentos adicionales?


TALLER: REDACTAR UN DIÁLOGO FILOSÓFICO - POLÍTICO


Motivación: La actividad, por equipos (el programa propone un cómic). Se sugiere elaborar una lista con las ideas más importantes de dichos textos y anotar los problemas políticos que intentan resolver. No es necesario que utilicen únicamente las ideas que aparecen en los textos; pueden incluir las ideas que surgieron en los debates.

Se recomienda que cada grupo busque algunos extractos que reflejen esas ideas y los modifiquen para usarlos en su texto.

Luego de discutir, cada grupo escoge qué postura quiere defender en el diálogo de la historia. Por ejemplo, si en los textos se aborda el rol del Estado en la economía, podrían escoger si conviene o no que el Estado regule los precios. Definen con precisión su postura e eligen argumentos y objeciones a partir de su lista de ideas y de los extractos; además, establecen posibles contraargumentos para neutralizar las objeciones.

Para elaborar un cómic:
 

Cada grupo inventa una conversación entre distintos personajes que vayan desplegando la estructura que diseñaron con los argumentos, objeciones y contraargumentos. En el diálogo, tiene que ir surgiendo la conveniencia de adoptar una postura política determinada frente a algún problema concreto. Es importante imaginar alguna situación conflictiva que invite a debatir, a partir de los supuestos básicos de algunas de las corrientes relevantes del pensamiento político. Deben ilustrarlo mediante los dibujos y las conversaciones de los personajes.  Los grupos dejan el cómic en un lugar común de la sala para que todos los puedan revisar.
Otra posibilidad es que los grupos se intercambien los cómics. Se deja un tiempo para que revisen todos los cómics. El profesor da un tiempo para que los grupos hagan preguntas y comentarios sobre los cómics de los compañeros.

Referencias a Filocomic
Blog de Daniel Tubau

 Ver ejemplos con Mafalda

BOCETO DEL MONTAJE - EN BUSCA DE UTOPÍA

Fecha: Jueves 3 de noviembre Lugar: Biblioteca  Hora: 12:00 Duración estimada: 45 minutos  BOCETO DEL MONTAJE - "EN BUSCA DE UTOPÍA...